“El Consejo Internacional de las Trece Abuelas Indígenas se propone dar nueva vida a ritos y prácticas que ayuden a salvar los problemas de la Tierra y de los pueblos que en ella habitan para acercarnos a la paz mundial.”
Veintidós de julio de 2008. Llegó la hora. El ritmo del tambor se va acercando mientras observo a varias mujeres que contemplan el cielo azul. Tres águilas vuelan en suaves círculos sobre el fuego alrededor del cual estamos reunidas. Detrás nuestro aparece una procesión llena de color y vemos las inconfundibles figuras de 13 ancianas. Las hay altas y bajitas, algunas en silla de ruedas o ayudándose de otra para caminar, pero todas con una presencia formidable que nos recuerda algo olvidado, antiguo y propicio.
Sólo con mirarlas corren las lágrimas por las mejillas de docenas de personas. Hemos venido de toda Europa, incluso de Perú, a una finca cerca de Borja (Zaragoza) para vivir tres días con el Consejo Internacional de las Trece Abuelas Indígenas.
LA VISIÓN QUE LAS UNIÓ
Hace cuatro años, este grupo impresionante de mujeres de todo el mundo se reunió por vez primera en tierras de la confederación iroquesa en el estado de Nueva York. La principal impulsora de esta iniciativa visionaria y ambiciosa es la doctora Jeneane Prevatt, más conocida como Jyoti, que fundó el Centro de Estudios Sagrados de Sonora (California) con el fin de conservar formas indígenas de vivir y de orar. Durante años, ella y otros miembros de la comunidad kayumari tuvieron la visión de un círculo de mujeres, todas ancianas, se unirían para ayudar a sanar la Tierra. En el año 2002, Jyotiviajó para compartir esta visión con Bernadette Rebienot, anciana bwiti de Gabón, y con Maria Alice Campos Freire, sanadora tradicional de la Amazonia brasileña. Ambas se entusiasmaron: también ellas habían estado recibiendo esa visión. Y ambas acababan de firmar cartas prácticamente idénticas con otros grupos tribales en las que declaraban que había llegado la hora de que los pueblos originarios emergieran como guardianes del planeta.
Jyoti comprendió que era el momento de reunir a abuelas de todo el mundo, como cuentan antiguas profecías: “Cuando las abuelas de las cuatro direcciones hablen, estará llegando una nueva era.” Jyoti inició entonces su búsqueda a partir de los contactos con grupos indígenas que el Centro de Estudios Sagrados había ido desarrollando. Envió cartas de invitación a 16 abuelas indígenas de todo el mundo. A algunas las conocía ya; a otras, no. Aceptaron 13, todas ellas sanadoras y mujeres de medicina plenamente reconocidas y respetadas en sus comunidades. Procedían de las selvas de África y América del Sur, de las llanuras, de bosques y desiertos de América del Norte, de las montañas de Oaxaca, del Ártico, de Guatemala, de Nepal y de Tíbet.
La primera vez se reunieron alrededor de una mesa sobre la que lucía una tela ritual expresamente decorada con las 13 lunas del año. Rita Pitka Blumenstein, la abuela yupik, repartió con lágrimas en los ojos una piedra y una pluma de águila para cada una de las otras abuelas. Las había guardado como un tesoro desde que su bisabuela se las dio cuando tenía 9 años diciéndole que algún día sería miembro de un consejo de abuelas y que tendría que compartir con ellas las 13 plumas y piedras. También las demás abuelas, cada una a su manera, habían recibido sus propios signos y profecías y se sentían llamadas a hacer que se cumplieran.
NACIMIENTO DEL CONSEJO
Decidieron dar fuerza a sus voces con una alianza global que diera nueva vida a tradiciones, ritos y prácticas que pueden ayudar a sanar los problemas de la Tierra y de los pueblos que en ella habitamos. Así nació el Consejo Internacional de las Trece Abuelas Indígenas, tras lo cual se propusieron reunirse cada seis meses en la tierra de cada una de ellas hasta el año2012 para compartir las antiguas prácticas y ceremonias de sus comunidades y unir sus oraciones por la paz mundial.
Con increíbles esfuerzos físicos y logísticos, y no sin obstáculos, desde mayo de 2005 las abuelas se han reunido ya en las comunidades de cuatro de ellas. Han estado en Santa Fe (Nuevo México), hogar actual de Flordemayo, la abuela maya originaria de Guatemala; en Oaxaca (México), con la chamana mazateca, mamá Julieta; en Dharamsala (India), donde recibieron la bendición del Dalai Lama, con la abuela tibetana Tsering Dolma Gyaltang, y en las Black Hills de Dakota del Sur, hogar de las hermanas Beatrice y Rita Long Visitor Holy Dance. En ese quinto encuentro en Dakota del Sur, la fundadora del colectivo de mujeres Arboleda de Gaia, Marianna García Legar, invitó a las 13 abuelas a venir a España para traer a Europa su sabiduría ancestral. Aceptaron encantadas, ya que se trata de su única visita a Europa antes de 2012. Aprovechando este viaje histórico a la tierra de los conquistadores, las abuelas hicieron escala en el Vaticano para entregar personalmente al Papa una carta en la que piden que se anule la bula papal de 1493 que sentó las bases para el exterminio de millones de hombres y mujeres indígenas en todo el mundo.
SUS INSTRUMENTOS DE ORACIÓN Y SANACIÓN
Tras volver del encuentro con las 13 abuelas, a menudo la gente me preguntaba: “¿Y qué hicisteis?”. Yo les respondía que estar presente en un encuentro de las abuelas es como cruzar un umbral que lleva a un mundo increíblemente rico en significado y en símbolos, en belleza y en autenticidad. Las abuelas son, sobre todo, mujeres de oración, y gran parte del encuentro, mañana, tarde y noche, consistió en ceremonias de oración guiadas por cada una de las abuelas según sus respectivas tradiciones en un amplio campo bajo el sol radiante o bajo el cielo estrellado. En el centro de los rituales arde un fuego vivo y sus instrumentos de oración y sanación incluyen tambores (latidos de la Madre Tierra), incienso, plumas y agua para purificar. Cantan, danzan, entran en trance y tejen su magia de forma tangible y apasionante. Cuando rezan en voz alta, sentimos la grandeza de sus corazones. Las abuelas interceden continuamente por todo el mundo; por los que sufren y por la Tierra. Expresan su gratitud y reverencia ante la vida, piden sanación y perdón individuales y colectivos, y se desplazan alrededor del círculo para dar bendiciones personales a las más de 150 personas que estamos allí reunidas. Bajo la sombra de los árboles escuchamos a cada una de las abuelas. Sus palabras mesuradas, simples pero profundas, nos recuerdan formas antiguas que están en vías de extinción. Según ellas, ahora es el momento de decidir cómo vamos a vivir y a perdurar sobre la Tierra. Su sentimiento de apremio es fruto de la experiencia: aguas contaminadas en Dakota por la minería de uranio, desechos radiactivos que se almacenan en Tíbet, alcoholismoy drogadicción en las reservas de los nativos norteamericanos, patentes pirata sobre las plantas y el saber de la Amazonia. Cuando la abuela africana Bernadette Rebienot, con su presencia poderosa e inmensa, afirma que “ha llegado la hora”, no cabe dudarlo. Las mismas profecías tribales que otorgan un papel clave a las abuelas en la renovación del mundo afirman también que estamos en la “undécima hora”; que si no transformamos nuestra forma de relacionarnos entre nosotros y con la Madre Tierra, viviremos cataclismos apocalípticos.
EN COMUNIÓN CON EL MUNDO NATURAL
Las abuelas practican y predican un activismo espiritual que hunde sus raíces en la naturaleza. Son mujeres de oración y de acción, y para ellas la búsqueda de la paz mundial no puede separarse del camino de sanación que todos necesitamos emprender para recobrar la paz interior y la plenitud. El núcleo de su mensaje es el principio más básico de las culturas indígenas: toda vida es sagrada. Lejos de ver a la naturaleza como almacén de materias primas o de recursos naturales, las abuelas nos guían hacia una relación de reverencia y de unión con los elementos; imparten su sabiduría a quienes están abiertos a escuchar y a aprender.
Cuando le preguntamos de qué manera podemos cambiar las cosas, la abuela Mona Polacca, con su hermosa sencillez, responde:
“Cada uno de nosotros puede cambiar las cosas desde el momento en que nos levantamos con el modo en que usamos el agua, el modo en que respiramos el aire, el modo en que agradecemos este nuevo día, la luz del sol o el abuelito fuego, o el modo en que tocamos la tierra.”
Cuidar el agua es un mensaje urgente que se repite en sus encuentros y que ha sido un tema central en su visita a España. Las abuelas rezan por la recuperación de las aguas en todo el mundo y participan en proyectos que emplean la permacultura para proteger las aguas locales y hacer renacer las fuentes.
En una entrevista en la conferencia de Bioneers de 2007, en California, la Abuela Maria Alice mencionó una visita que había realizado a España. Llegó a un lugar que parecía completamente seco, pero a pesar de ello sentía una presencia muy poderosa del agua. Luego le contaron que chamanes y sanadores de todo el mundo habían dicho que “éste es lugar de agua”. Y ella comprendió “que el agua se esconde de la gente que no se entrega a ella, que no la consagra, que no la contempla y dice ‘esto es sagrado y precioso’. El agua se esconde… y tendremos sed.”
En el corazón de todos los proyectos en los que las abuelas participan late un mensaje de fondo: las soluciones a los problemas de hoy radican en una profunda transformación del modo en que vemos el mundo y en el redescubrimiento de nuestra conexión espiritual con nosotros mismos, con nuestros hermanos y hermanas de todas partes y con la Tierra.
EL USO DE PLANTAS MEDICINALES SAGRADAS
Otro aspecto clave de muchas de las prácticas de sanación de las abuelas es la utilización de plantas medicinales sagradas, como el peyote y los hongos sagrados en América del Norte, el Santo Daime (ayahuasca) en la Amazonia o la raíz de iboga en África. Las abuelas afirman su derecho a usarlas sin trabas legales, puesto que las consideran regalos de la Tierra para ayudarnos a recuperar nuestra conexión con el espíritu y son usadas en sus comunidades desde hace mucho tiempo para sanar enfermedades físicas y mentales.
Como señala Jyoti, estas mujeres son literalmente “bibliotecas andantes” con un saber inmenso sobre los remedios tradicionales ahora codiciado por las multinacionales farmacéuticas.
La Abuela nepalí Aama Bombo –que significa “madre chamana”– recibe cada mañana en su casa a más de cien pacientes. Su padre era un importante chamán de la tradición tamang, en la que la práctica del chamanismo está vedada a las mujeres. Por esa razón fue mantenida al margen de las prácticas chamánicas,
pero los espíritus de su padre y otras divinidades y fuerzas empezaron a visitarla después de la muerte de éste y la enseñaron a ser chamana y a sanar.
EN BUENAS MANOS
Las 13 abuelas reviven la antigua tradición precristiana de la sacerdotisa o mujer medicina que ha sido iniciada a través del rito de paso de la menopausia y puede compartir la sabiduría que ha ido adquiriendo a lo largo de las lunas.
De hecho, en muchas culturas tribales originarias existía un consejo de abuelas que tenía la última palabra sobre cuestiones clave para la comunidad, como el ir o no a la guerra. Tomaban sus decisiones tras considerar a fondo las consecuencias de sus actos en las siete generaciones siguientes.
La abuela Bernadette señala que las abuelas de Gabón se reúnen regularmente en la selva para compartir visiones y orar por la paz mundial y el bienestar de su pueblo, y que en Gabón, “cuando las abuelas hablan, el presidente escucha”. En Borja, una de las que escucharon fue Manuela de Madre, figura prominente de la política catalana.
Para muchos, este consejo internacional de abuelas señala el despertar de lo que se ha llamado “arquetipo de la abuela” o “era de las abuelas”. Según Jyoti, el arquetipo de la anciana sabia “toca y nutre algo muy profundo en nuestro interior”.
Como no podía ser de otra manera, en nuestra cultura adolescente e hiperactiva, que rinde culto a lo joven y a lo superficial y que desde hace tantas generaciones reprime lo femenino, son las ancianas sabias quienes nos guían a recuperar el equilibrio. Ellas representan todo lo que el Occidente moderno ha querido ignorar. Héctor Figueredo, uno de los pocos hombres que asistieron al encuentro, decía que “aquí debería haber habido más hombres que mujeres”. Los hombres que participaron fueron reconocidos por las abuelas como ejemplos de una nueva relación entre lo masculino y lo femenino. El momento clave para Héctor fue oír a la abuela cheyene Margaret Behan referirse a todos nosotros como “mis nietos”. “De repente, sentí en mis huesos que ellas son nuestras abuelas”, abuelas adoptivas y espirituales. Una profecía hopi afirma que “cuando las abuelas hablen, el mundo sanará”. Estamos en buenas manos.
Texto: Sophia Style, en la revista Integral.
Bello... Gracias! honro con todo mi corazón al Consejo de las 13 abuelas. Que el mundo entero escucho sus voces y su mensaje de amor,. sanación y comunión!! Que así sea!
ResponderEliminarSoledad