Cada mujer lleva una herida profunda que arrastra –por ser parte del inconsciente colectivo– desde sus antepasadas más lejanas.
Hemos sido obligadas a ocultar, reprimir y –en el peor de los casos– olvidar nuestros dones más preciados: la intuición, la sanación natural, el respeto por nuestro cuerpo y sus ciclos, nuestra conexión con la naturaleza y con el cosmos, los vínculos con nuestros espacios sagrados, nuestros ritos de pasaje y nuestras diosas arquetípicas.
Hemos sido obligadas a ocultar, reprimir y –en el peor de los casos– olvidar nuestros dones más preciados: la intuición, la sanación natural, el respeto por nuestro cuerpo y sus ciclos, nuestra conexión con la naturaleza y con el cosmos, los vínculos con nuestros espacios sagrados, nuestros ritos de pasaje y nuestras diosas arquetípicas.
Felizmente, todo ello aún duerme en nuestra psique y espera ser despertado.
©Germana Martin
©Germana Martin
La bella imagen es de Valeri Tsenov.
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