“CUANDO DIOS ERA MUJER¨ por Mirka Knaster - Primera Parte



Por un momento, cierre los ojos e imagine una cultura donde no hay ejércitos ni fortificaciones. En lugar de eso la gente labra la tierra y crea soberbias esculturas y piezas de alfarería pintadas. Las mujeres son líderes religiosas y cabezas de familia. Los hombres edifican los magníficos templos y tumbas-santuarios de las aldeas, además de construir barcos y casas confortables. También cazan y fabrican herramientas. Ninguno de los sexos domina al otro; viven más en armonía y cooperación que en mutua competencia. La espiritualidad no se limita a un solo día de la semana. Toda vida es sacralizada y celebrada. Y en el corazón de esta sociedad amante de la paz, igualitaria y centrada en la tierra, no existe una figura de abuelo que reparte justicia desde un trono en el cielo, sino la Gran Diosa: Dadora de vida, otorgadora de muerte y regeneradora.
¿Otra novela utópica? ¿Una fantasía feminista? Nada de eso, según Marija Gimbutas, profesora de arqueología en la UCLA (Universidad de California en Los Angeles) y ex curadora de arqueología del Mundo Antiguo en el Museo de Historia Cultural de la misma universidad. La escena que acabamos de visualizar es “nuestra auténtica herencia europea”, afirma Gimbutas. Europa no es sólo una historia de agresión y violencia llena de catástrofes y de figuras tipo Hitler o Stalin. Una cultura como la que hemos descrito floreció en tiempos neolíticos en la Europa sudoriental (7.000-3.000 a.C.) y occidental (4.500-2.500 a.C.). Pero a fines del quinto milenio, indoeuropeos o ¨kurganos¨ (del ruso que significa túmulo, ya que enterraban a sus muertos en túmulos redondos) iniciaron repetidas incursiones a caballo, armados de dagas, desde las estepas rusas. En dos mil años destruyeron la sociedad matrilineal de la vieja Europa -no matriarcal, corrige Gimbutas-, en que la descendencia se establecía a través de la línea femenina, y la reemplazaron por el patriarcado. La Diosa nutricia fue sustituida por panteones de dioses masculinos, y sus diversas manifestaciones pasaron a ser sus esposas, consortes e hijas.

Extraído de la Revista Uno Mismo Nº 119, mayo 1993, página 56

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja aquí tus huellas...