INANNA, POEMA DE JUANA CASTRO


Como la flor madura del magnolio 
era alta y feliz. En el principio 
sólo Ella existía. Húmeda y dulce, blanca, 
se amaba en la sombría 
saliva de las algas, 
en los senos vallados de las trufas, 
en los pubis suaves de los mirlos. 
Dormía en las avenas 
sobre lechos de estambres 
y sus labios de abeja 
entreabrían las vulvas 
doradas de los lotos. 
Acariciaba toda 
la luz de las adelfas 
y en los saurios azules 
se bebía la savia 
gloriosa de la luna. 
Se abarcaba en los muslos 
fragantes de los cedros 
y pulsaba sus poros con el polen 
indemne de las larvas. 
¡Gloria y loor a Ella, 
a su útero vivo de pistilos, 
a su orquídea feraz y a su cintura! 
Reverbere su gozo 
en uvas y en estrellas, 
en palomas y espigas, 
porque es hermosa y grande, 
oh la magnolia blanca. Sola! 

Juana Castro 
(De Narcisia, Taifa Poesía, Barcelona 1986) 
La imagen es una representación de Inanna en el Museo Británico