2.



2 El canto original es bueno, pero el origen del canto es maravilloso.


Permíteme comenzar con un relato.
De chica solía regresar a casa por el bosque con mi vieja tía Irena. Cuando escuchaba el canto de un pajarito, mi tía solía decir: ¨Bonito es, aunque su origen no se ve¨. Durante mucho tiempo creí que era una linda manera de expresar la alegría que causaba escuchar algo sin haber visto de dónde provenía exactamente.
Un día, volvíamos con paso cansado, cuando comenzamos a oír un trinar brillante y continuo. Abandonamos el camino y nos internamos en el bosque espeso, esquivando trampas, trepando y bajando. Una planta de gruesas espinas, más alta que mi tía, le desarmó el rodete y una rama de sauce me golpeó en el rostro dejándome dos largas marcas en la mejilla… Pero no bastó para detenernos.
Al rato, las oscuras medias de algodón de la tía Irena estaban todas corridas; los puntos sueltos formaban largas escaleras negras sobre sus piernas. Mi falda estaba llena de las púas azules de los cardos. Como tuvimos que arrastrarnos de panza sobre un enorme tronco caído, estábamos cubiertas de tierra. Pero seguíamos el canto… seguíamos el canto… lo seguíamos… hasta que, al acercarnos a un claro, fuimos testigos de una experiencia de la que jamás pudimos recobrarnos. Tampoco lo intentamos.
Como solían hacerlo los granjeros antes de que pudieran comprarse comederos para pájaros en los negocios, alguien había atado pequeños manojos de trigo, centeno y otros granos tiernos en las ramas del único árbol del claro. Ese roble estaba lleno, de pies a cabeza, de pajaritos de color rojo muy brillante, que comían y cantaban, cantaban y comían. Decenas y decenas de pajaritos rojos, rojos, rojísimos sobre el roble verde, verde, verdísimo.
En contraste, mi tía y yo, desaliñadas y grises de polvo, nos agachamos entre los matorrales y nos tomamos de la mano mientras observábamos lo que mi tía definió como ¨una fiesta para los ojos, otra para los oídos y todo para el alma¨. Permanecimos allí un largo, largo rato.
Cuando las dos tontas felices llegamos a casa, ya estaba oscuro. ¨¿Dónde se habían metido?¨, nos interpelaron.
¨Estuvimos… estuvimos…¨, traté de explicar.
¨Ah, ya veo… ¿mirando pajaritos rojos en un árbol verde?, me imitaron con sorna. ¨Basta de pavadas. No hay más que hablar. A cenar, hacer los deberes, cepillarse el pelo, los dientes y a la cama. ¡Irresponsable!¨
Cuando mi tía se iba, vi su dedo levantado sobre los hombros de los adultos que la despedían sin ceremonias. La escuché decir: ¨Jamás lo olvides, nenita¨.
Ese día y durante esa noche empecé a entender que el origen de la canción constituía muchísimo más que la canción.
Ese día y durante esa noche empecé a entender lo que, más tarde, llamaría ¨fenómenos numinosos¨. Empecé a darme cuenta de que no podían ser transmitidos por completo a alguien que jamás los había experimentado de modo directo hasta ese momento.
Fue también ese día, y durante esa noche de mi niñez, que tuve que soportar dolorosos tirones de pelo al tratar de liberarlo del montón de espinas que habían quedado enganchadas en él. Esa noche soplé sobre mis heridas, tan bien ganadas, para calmar el ardor del ungüento anaranjado. Esa noche lavé de mi blusa las manchas verdes de la maleza, y me senté junto a la ventana blanca, bajo la luz de las estrellas, a zurcir mi falda para el día siguiente.
Tener que pagar esas pequeñas deudas con tanto esfuerzo me ayudó a entender que, seguramente, siempre tendría un precio desviarse del camino acostumbrado, salir a buscar el origen de las cosas, y que ese precio aumentaría en proporción a la distancia recorrida.
Ese día y durante esa noche empecé a entender que experimentar en forma directa y vívida la vida creativa puede cambiar profundamente a una persona, convertirla en una esclava danzante, alegre y voluntaria de la suprema belleza transformadora.
Ese día y durante esa noche empecé a concebir un pensamiento que, más tarde, maduraría en la idea de que el arte es lo que hacemos para impulsar a los otros a recordar la fuente original, a tomar conciencia de su deseo de encontrarla. El arte es lo que hacemos para plasmar lo numinoso –la emoción de la experiencia directa, el despertar de la conciencia– en algo visible, táctil, conocible para los demás.
Desde ese día supe que, aunque me prohibiesen salirme del camino acostumbrado, aunque me amenazasen con los castigos más severos, desafiaría a las autoridades más estrictas, con plena conciencia, esperanzada y feliz, y me lanzaría a ¨buscar el origen del canto¨.

Clarissa Pinkola Estés
Selección y traducción de Alejandra Abajo y Leandro Wolfson,
del audio libro The Creative Fire: Myths and Stories about the Cycles of Creativity (El Fuego Creativo: Mitos y Cuentos sobre los Ciclos de la Creatividad)
para la Revista Uno Mismo, nº 138, diciembre 1994, pps. 34-42

Digitalizado por Omar Daniel Pereira para Palabra Chamánica

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